sábado, febrero 11, 2006

El efecto pescado


Algo huele mal en dinamarca, en realidad algo huele mal en todos los rincones del orbe.
Conocí a una chiquitita, de ojos claros, flaca, buenos parachoques, nunca taxi, con un cartel en el andar de "vendo mi joyita" y que se le asomaba la punta del vestido de novia por la cartera Luis Buiton (si es así como chucha se escribe).
Poseía como quien dice "las 4P", esta mujer tiene poto, plata, pechuga y piensa, perfecta para mis propias "3P" (poca plata y pico). Para mí que llevo un tiempo esperando la ansiada dama de los azahares, la decencia del compromiso no consitituye un desencanto hormonal. Es más, se transforma en esperanza de reforma, esa esquiva luciérnaga para este hombre en piel de cigarra.
Y por que no estan llegando los partes para el magno evento se preguntaran ustedes, había algo extraño que me decía que no era, algo que escapaba al entendimiento palpable, una energia mágicamente oscura que tornaba el deseo en olvido. Era la camisa taquillera planchada en el closet que nunca te pusiste.
Se que parace esto excusa femenina, propia de un hombres sensibles diría Alejandro Dolina. pero tan válida y dolorosa que tuve que reconocer que aquella luminosa mujer tenía el efecto pescado.
Su olor, su contenido feromónico, su carga hedorosa, no era ni desagradable, ni repulsiva. No emanaba humores nauseabundos, no tenía olor a rodilla, no necesitaba el "Nuevo Desodoroncha que sirve tanto para el sodaco como para la..." (Si tiene talento musical invente un jingle), olía limpia, dejos de crema o espuma de baño teñían su piel, rastros de perfumillos finos inundaban mis fosas toda vez que saliamos a comer, no había ningún rastro visible de piel enrojecida o urticada por problemas de PH. No amables lectores nada grueso hacía presagiar mi inminente huída.
Me aboqué a la taréa de encontar la respuesta a tan humilde disgusto, recorrí las arenas del tiempo hurgando en mis tardes de drogas blandas y Discovery Channel, a falta de telefútbol, denimonadas "tardes deportivas". Y logré recordar al menos tres capítulos de investigación notables en torno al tema del olor.
Uno se refería a la Ratatopo, animalejo rastrero y de repugnante aspecto, que hábita madrigeras excavadas con su propia dentadura y cuya reina para anular la fertilidad de sus hermanas, orina sobre todas los pasadisos de la cueva, provocando a través de su vapor una reacción química que anulaba la posibilidad de concebir a sus sumisas hermanas. Para mí que quiero retoños, si la guapa entra en esta categoría de "Ratatopo", se transforma automaticamente en un ser aborrecible como su homónimo animal.
En el segundo caso, el tema era el miedo, en concreto mostraban a una serie de personas vegetarianas, argumentando en favor del no consumo de alimentos de origen animal. De todos el que me pareció mas interesante, era el de una muchacha que hablaba del stress que sufría una bestia en el momento de su asesinato. Como las reacciones químicas asociadas al terror de verse muerto, magraban la carne a tal extremo que se transformaba veneno para nuestro organismo. Para ser honesto, sigo comiendo carnes cocidas y podridas sin sentir el menor envenenamiento salvo algunas leves hinchasones después de alguna panzada. Pero si ella ocultaba algún temor en torno a mi persona, y la argucia literaria de "puedo olfatear tu miedo" significa un poco más que "estás cagado entero" no me interesa lo más mínimo gastar ni un moco en revertir su amarga cobardía.
El último descubrimiento científico que recuerdo, se apareció como un notable experimento. Un hombre conoce para una experinecia a 6 mujeres elegidas al azar, todas guapas si acordamos un standart general en términos de belleza occidental. Cada una de ellas le hizo entrega de una foto, a cambio de una camiseta, con el compromiso que debían dormir 2 noches con ella puesta. El hombre ordeno las fotos desde el 1 al 6, en orden de su preferencia, siendo la n°1 la chica que a primera vista le parecía mas atractiva. Al cabo de las 2 noches entregaron las camisetas en recipientes de vidrio hermeticamente cerrado las 6 camisetas, rotuladas con un código para que jamás supiera a simple vista a cual de ellas pertenecía. El muchacho abrió uno por uno los frascos y en inspiración fenomenal, jalo sin descaro lo que las ánforas contenían, para ordenar con un 100% de exactitud las camisetas bajo las fotos de las conejillas de indias. Luego de la costernación que provocó en el equipo cientifíco la hipótesis confirmada, que versaba sobre el poder de las feromonas en los vínculos humanos, procediren a llevar la experiencia un poco más allá. Sometieron a análisis genético a las 6 mujeres y al hombre, para descubrir que la mujer que más se acercaba a sus gustos, era quién poseía los genes mas distintos a él. Este experimento resume una ley natural "Para preservar la especie de ataques bactereológicos o químicos, la única forma es la diversidad inmunológica, así, los individuos más debiles a un ataque pereceran, pero quienes tienen una constitución distinta, prevaleceran y se haran fuertes ante futuros ataques. La diversidad solo se logra con la mezcla de genes distinos". Más claro hecharle agua si esa era la razón, podría decir que eramos incompatibles desde la fibra mas íntima.
El aval científico de mis actos es indiscutible, su olor algo decía, era un anuncio de fracaso, y en términos fatalistas de un apocalipsis a nivel global, si otros caudillos menos perceptivos hacían caso omiso al cúmulo de señales negativas.
Hay una razón más, tal vez la más importante, ni palpar, no mirar, ni saborear, provoca más placer, desata los más creativos instintos en mi persona, que el insinunte perfume de la mujer amada, y es por eso que solo la mujer que sea en si misma aroma del amor, se acreditará, no solo mi nariz, sino todo el paquete equipado, aún de buen año, manejado solo por mujeres, radio con CD, con harto kilometraje pero recién ajustado, arenero, con un par de rallones chicos, petrolero. Detallitos mínimos al lado del precio y de la marca.